Nota de diario Clarín
El viaje vuelve a empezar
La célebre saga de ciencia ficción revive en una nueva película escrita y dirigida por los creadores de "Lost" y "Transformers". J.J. Abrams y su equipo explican cómo llegaron a dirigir una saga que no les interesaba en su juventud y porqué creen que la nueva película no será sólo para los fanáticos.
Por: Dave Itzkoff
Fuente: THE NEW YORK TIMES Y CLARIN
A cualquiera que hable con él aunque más no sea unos minutos, J.J. Abrams le confesará alegremente el papel que jugó Star Trek (Viaje a las estrellas) en su formación cultural. "No era un fan", dice.
Abrams llegaría a ser el creador de series televisivas como Lost, Alias y Fringe -series que deben su existencia a juventudes alimentadas por ver mucha televisión y también películas en la pantalla chica-, pero mientras Abrams crecía en las décadas del '70 y '80 no tenía ningún interés por las vetustas travesías de la nave espacial Enterprise.
No es que Abrams, que hoy tiene 42 años, tuviera algo contra la ciencia ficción; simplemente prefería Dimensión desconocida. Mientras que Star Trek parecía cerrada a los recién llegados -"la premisa siempre estaba relacionada a que la gente se preocupara por ese grupo de personajes", dice-, Dimensión... era provocativa, ofrecía una historia completa y original en cada episodio.
Esta no sería una gran revelación si no fuera porque Abrams es el director de Star Trek, el largometraje que se estrenará el jueves y que representa el intento de Paramount (con un costo de 150 millones de dólares) de rejuvenecer la franquicia de la aventura espacial que sobrevivió a varias décadas y la primera película que aportará una historia oficial de los orígenes de Kirk, Spock y el equipo del Enterprise.
La confesión que hizo Abrams durante el almuerzo en compañía de sus colaboradores de Star Trek no hizo fruncir el ceño a ninguno de ellos. Desde Roberto Orci y Alex Kurtzman (que crearon Fringe con Abrams y escribieron las dos películas de la saga Transformers) hasta Damon Lindelof (uno de los creadores y productor de Lost) y Bryan Burk (socio de Abrams en la producción), todos ya habían oído antes sus opiniones sobre Star Trek.
Pero la observación simboliza por qué este equipo particular, que abarca a muchos fans de la ciencia ficción y un par de aficionados a la serie, recibió el control de una franquicia fantástica que, si bien es una de las más reconocibles, a la vez se encuentra en terrible mal estado, víctima de una disminución de las expectativas y un entusiasmo en baja.
Abrams y sus socios son tipos con conocimiento de la cultura pop mainstream; su fuerte consiste en asumir géneros con bases de admiradores limitadas pero devotas -la ciencia ficción, la fantasía y el horror- y hacerlos accesibles a un público más amplio. Y lo que se les ocurrió para su película Star Trek es hacer un filme coherente con la historia de la serie pero no en deuda con ella.
A pesar de la reverencia que prodigan a Star Trek, Star Wars, Indiana Jones, X-Men, y otros objetos culturales de su adolescencia, ninguno es un fan a ultranza. Dicen que por eso son los candidatos ideales para actualizar la creación de Gene Roddenberry para el público del siglo XXI.
"Hay demasiado material como para ser fiel a todo -dice Lindelof-. Algunos encontrarán cincuenta maneras de decirnos que somos unos tarados y no serían verdaderos fans de la serie si no lo hicieran". Al mismo tiempo son conscientes de los riesgos que implica cincelar una piedra angular de la cultura pop, cuya enorme influencia se ha mantenido, aunque su reputación haya variado a lo largo de los años. Si Star Trek no funciona, "será el mayor fracaso personal que hemos tenido, porque significa que violamos algo que significa mucho para nosotros", dice Kurtzman.
La nueva StarTrek los pone en una nueva trayectoria y al mismo tiempo en el corazón mismo de la mitología de la serie. El filme cuenta la historia de un inquieto joven del siglo XXIII llamado James T. Kirk (interpretado por Chris Pine) que ingresa en
Para los fieles de Trek hay montones de guiños a episodios televisivos y filmes anteriores, muleti llas conocidas y la notoria solución de Kirk a la simulación de una misión supuestamente imposible de ganar. Pero también se ve un esfuerzo consciente por inscribir a esta Star Trek en las tradiciones narrativas popularizadas por Joseph Campbell, donde los héroes deben sufrir la pérdida y el abandono para poder estar a la altura de las circunstancias.
Los realizadores admiten que se trata de un homenaje deliberado a sus filmes favoritos, como Superman, Star Wars y El Padrino II: películas épicas que, dicho sea de paso, tuvieron una excelente recaudación.
Tal vez lo más audaz sea que esta Star Trek tiene un argumento de viaje en el tiempo, el que otorga a los que están en este equipo creativo una serie de licencias para modificar la historia según su necesidad. Y ellos no son tímidos para ejercerla. Por ejemplo, los malos de la película son romulanos, pese a que el primer encuentro del Enterprise con esta raza extraterrestre se produce en un famoso episodio de la serie original. Sus modificaciones pueden ser discutibles, pero los realizadores sostienen que eran necesarias; el imperio Star Trek que les confiaron estaba en una situación calamitosa.
Bajo el timón de Roddenberry y su sucesor designado, Rick Berman, creador de Star Trek: The Next Generation, la franquicia había producido cuatro series televisivas con actores y diez largometrajes. Pero la película de 2002 Star Trek: Nemesis resultó una de cepción (generó apenas 43 millones de dólares, menos que todas las demás películas de la serie), y en 2005, el programa de UPN Star Trek: Enterprise estuvo a punto de ser cancelado.
Todo el entusiasmo en el universo trekkie se había disipado, y muchos de sus talentosos escritores (como Ronald D. Moore que revivió la serie Battlestar Galactica) se habían ido.
Ese año, el gigante Viacom, que era dueño de Star Trek, se dividió en dos, divorciando a su estudio CBS (que hacía los programas de Star Trek) de su estudio Paramount (que hacía las películas). Star Trek tenía posibilidades de ir a CBS, donde a la larga podría llegar a desarrollarse otra serie. Gail Berman, entonces presidenta de Paramount, convenció a Leslie Moonves, director ejecutivo de CBS, de que le diera una oportunidad más con una película Trek; él le dio 18 meses para poner a filmar las cámaras o perdía los derechos de la propiedad.
Kurtzman y Orci fueron de los primeros en enterarse de que Star Trek buscaba una nueva dirección. Además, eran los ex productores de Alias que escribían el guión para Misión Imposible III (que dirigía Abrams). Los ejecutivos de Paramount empezaron a preguntarles si no querían encargarse de Trek.
El estudio quería "un tipo específico de pensamiento -dice Kurtzman-. Había que amar el género desde lo profundo. Pero a la vez teníamos que separarlo de lo que había sido Star Trek para que pareciera nuevo".
En plena posproducción de Misión Imposible III Berman fue a ver a Abrams y le propuso producir el nuevo Star Trek. Este no se abalanzó enseguida, pero a medida que más pensaba en un proyecto para todo el grupo, más se entusiasmaba. "Todos teníamos las mismas referencias -dice Abrams-. Ese sentimiento loco de haber crecido juntos".
Este grupo particular de Hollywood es hijo de la era previa a internet, la última generación cuyos miembros no podían conectarse instantáneamente con fans de igual pensamiento y debían buscarlos en videoclubes, tiendas de usados y revistas con nombres como Fangoria.
"Cuando nos ponemos en contacto, lo primero que surge es ah, sos vos, dice Lindelof. "Es como toparse con alguien en una convención de Dungeons & Dragons", agrega. Star Trek fue reelaborada a la manera de superproducciones como Batman: El Caballero de la noche o Iron Man, pero también se diferencia por un tono que es más esperanzado -e incluso utópico- que el de sus competidoras.
Según Abrams, Star Trek lo inspiró porque, a diferencia de una saga de ciencia ficción como Star Wars, no está ambientada hace mucho tiempo, en una galaxia muy, muy distante; es una visión esperanzada de lo que podría ser el futuro de este planeta.
"Nos hemos familiarizado tanto con la idea del viaje espacial que ha perdido su aventura y su sentido del asombro -dice Abrams-. Hace cuarenta y tres años no era una idea aburrida".
Habrá que ver si la tradición paciente, reflexiva y filosófica de Star Trek es compatible con una película que es llamativa, frenética, sucia, bufonesca y muy arraigada en la cultura popular de esta época.
Abrams comentó que Orci y Lindelof, los dos acólitos de la historia de Star Trek, estuvieron presentes durante todo el proceso de producción para vigilarlo. Los realizadores también recibieron la bendición de Leonard Nimoy, quien creó el papel de Spock y aceptó retomar el personaje como un anciano marchito.
"Si algún fan piensa que esto no es Star Trek, que se lo diga a Leonard Nimoy en la cara", dice Orci. "No hablen conmigo, hablen con Spock". Clarín.com